03-07-2025.- Hace poco más de un mes celebramos en la Fundación Pablo VI el acto de entrega de premios Populorum Progressio que, en su primera edición, recayeron en los dos Padres de la Constitución vivos, D. Miguel Herrero Rodríguez de Miñón y D. Miquel Roca Junyent. En un sobrio pero solemne acto, los dos premiados pusieron de manifiesto el valor actual de aquello que hace más de 40 años hizo a un grupo de personas olvidar las diferencias y pensar en cómo crear un proyecto para el bien común de todos los españoles. Eso que hizo posible la Transición y la firma del texto constitucional fue el diálogo, el reconocimiento del otro, la búsqueda del bien por encima de los intereses particulares o ideológicos. Hoy, en un momento en el que la polarización y el sectarismo ideológico rompen la posibilidad de acuerdo para abordar las cuestiones que de verdad afectan al bien común de la ciudadanía, cuando falta humildad y capacidad para reconocer los errores propios y los logros o propuestas del adversario, se hace casi necesario recuperar algunas de las palabras que se dijeron en este emotivo acto, en el que se evocó y agradeció aquella obra histórica.
Bajo la tutela de Pablo VI, la Fundación que en su nombre se ampara, nos recuerda a todos que sólo desde el respeto a la libertad de todos podemos reclamar la nuestra; que la democracia es pacto, es voluntad de acordar, es construir desde y con la diversidad. Que el progreso se escribe desde la estabilidad institucional, desde la voluntad de escuchar, de no tener miedo a la diferencia, aprendiendo a enriquecernos al hacerla posible. Al final, descubrimos que los grandes valores que la Constitución proclama, reclaman de todos nosotros una voluntad firme y sostenida de construir proyectos colectivos, compartidos, inclusivos, solidarios.
Y, para ello, el consenso que hizo posible la Constitución del 78, no debe ser solo la expresión de un momento de nuestra historia. Sino, sobre todo, la base irrenunciable de su propia vigencia; de su validez y exigencia. El pluralismo descansa en la expresión de planteamientos y postulados que han sido, son y serán diferentes. Pero ello no es incompatible con buscar y querer encontrar las bases comunes de una convivencia en paz y libertad. El progreso -ya lo señalaba la Populorum Progressio en el año 1967 demanda acuerdo, capacidad y voluntad de pactar. Comprometerse en la acción. Respetar la diferencia, es tanto como aceptar integrar proyectos colectivos; para que el progreso sea de todos y para todos, la ambición es que sea también con todos que se construya.
Hoy, todo cuanto estoy diciendo, a veces, demasiadas, nos suena como distante; como algo que fue posible, pero que está siendo lamentablemente sustituido por una polarización que nos bloquea, que penaliza cualquier posibilidad de construir proyectos y ambiciones colectivas. Se está más cerca de construir enemigos que de debatir sobre argumentos. Parece como si, incapaces de asumir la complejidad que nos envuelve, nos refugiemos en la simplicidad populista y esta viene siempre acompañada de una peligrosa radicalización que nos conduce fatalmente a la inquietante polarización.
(VER DISCURSO ÍNTEGRO DE MIQUEL ROCA)
La Populorum Progressio, Encíclica de Pablo VI que da título al premio que ahora recibimos, subraya insistentemente el valor de lo colectivo por ejemplo a la hora de explicitar el sentido de la propiedad y de la renta y lo colectivo impregna toda la argumentación del pontífice para superar las crisis propias de nuestro tiempo. Es la colectividad lo que el pontífice interpela como indeclinable protagonista de la acción que se reclama. Lo más individual y exclusivo no debe ser excluyente si ha de mantener lo mejor de lo que le es propio y así se reinterpreta, por ejemplo, el nacionalismo en vez de, como viene siendo usual, denostarlo atribuyéndole todos los males de nuestros días.
El diálogo que articuló la Transición y cristalizó en el espíritu de la Constitución no fue una mera cháchara, sino que expresó tanto la indudable capacidad política de sus principales protagonistas como lo que en lenguaje a mi especialmente entrañable de la Escuela Histórica fue el verdadero espíritu del Pueblo. Y el diálogo, fecundo instrumento de concordia, conocida en la llana expresión de don Juan Carlos I, hablando se entiende la gente, es lo que a veces hoy se echa en falta y el Pontífice León XIV en sus primeras palabras públicas proclama como urgente necesidad de nuestros días.
El diálogo, que para ser fecundo exige el imperativo ignaciano de, esforzarse para salvar la proposición del prójimo, es decir, reconocer que incluso el oponente puede tener parte de razón y, por lo tanto, debe ser tomado en serio y tratado como algo valioso sin descalificación alguna y menos todavía excluyendo toda injuria y amenaza.
El acuerdo final, la concordia, el más apretado vínculo de la cosa pública, solo es posible si los que son llamados a concordar no se temen mutuamente ni se sienten amenazados por la hipotética victoria del otro. Solamente en este ambiente de recíproca confianza es posible ponerse de acuerdo y mantener lo concordado como un bien común. No hay concordia verdadera si no se fundamenta en el mutuo aprecio y, en último término, en una civilizadora y civilizada amistad. La experiencia de los hoy aquí premiados y de los que sin estar presentes lo están en espíritu así lo muestra. (VER DISCURSO ÍNTEGRO DE MIGUEL HERRERO DE MIÑÓN)
En su encíclica Populorum Progressio, insistió en la importancia de no solo aliviar las carencias materiales, sino también de cultivar el desarrollo humano integral, aquel que dignifica a la persona en todas sus dimensiones. La enseñanza del papa Montini sobre el desarrollo integral tiene plena vigencia en nuestro tiempo. La paz no se logra únicamente con tratados o acuerdos formales, sino cuando las estructuras de injusticia y desigualdad son reemplazadas por modelos sociales y económicos que favorecen la inclusión y el acceso equitativo a oportunidades. Es en esta tarea donde cada uno de nosotros, desde nuestras respectivas vocaciones y responsabilidades, tiene un papel que desempeñar. La Fundación Pablo VI, al otorgar estos premios, reafirma su compromiso con esta misión, recordándonos que los principios de diálogo y encuentro no solo pertenecen a la historia, sino que son el fundamento de un futuro más estable y justo. (VER DISCURSO ÍNTEGRO DE MONS. GINÉS GARCÍA BELTRÁN, PRESIDENTE DE LA FUNDACIÓN PABLO VI)
En el acto se contó con la presencia de numerosas personalidades, como la Presidenta del Consejo de Estado, Carmen Calvo; el presidente del Consejo Económico y Social, Antón Costas; el presidente de la Conferencia Episcopal Española, Mons. Luis Argüello; el ex presidente del Senado, Juan José Laborda; el ex presidente del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo, Pascual Sala; el Arzobispo emérito de Madrid, Cardenal Antonio María Rouco Varela; los exministros Marcelino Oreja, Rodolfo Martín Villa, María Dolores de Cospedal o Magdalena Valerio; y otros muchos colaboradores, compañeros y amigos de los dos padres de la Constitución vivos a los que arropó y agadeció su ejemplo y contribución a la democracia en nuestro país.
Estos premios nacen con el fin de reconocer la trayectoria de personas físicas o instituciones en el fomento de los valores de encuentro y diálogo en beneficio de la sociedad en cualquier ámbito político, económico, científico, religioso, social o cultural. Es el primer año que se concede el galardón, que tiene una periodicidad bienal.
El jurado de los premios Populorum Progressio está compuesto por Ginés García Beltrán, presidente de la Fundación Pablo VI; Mons. Bernardito Auza, Nuncio Apostólico de la Santa Sede en España ; Mons. Luis Argüello, presidente de la Conferencia Episcopal Española; Santiago García-Jalón, Rector de la Universidad Pontificia de Salamanca; Fátima Bañez, presidenta de la Fundación CEOE; Gustavo Béliz, miembro de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales; Victoria Camps, ex consejera permanente de Estado; Antonio Camuñas, presidente de Global Strategies; Íñigo Ortiz, arquitecto ; Manuel Pizarro, presidente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación; Sor Alessandra Smerilli, secretaria del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral de la Santa Sede; Domingo Sugranyes, director de los Seminarios Permanentes de la Fundación Pablo VI y Jesús Avezuela, director general de la Fundación Pablo VI.