En la primera sesión del Seminario de Ecología los expertos participantes proponen una serie de acciones para que la búsqueda de lo sagrado no deje tras de sí una huella que amenaza lo natural
Peregrinar a la tumba del Apóstol ha sido, a lo largo de siglos, mucho más que un itinerario físico y natural. Ha sido un camino espiritual y cultural, semilla para la creación de toda una estructura política, con su consiguiente desarrollo de infraestructuras y actividad económica, generadora de riqueza, empleo y recursos.
Aunque es difícil definir el impacto concreto hoy en la economía y el desarrollo de los pueblos de la zona de la actividad que generan los peregrinos que entran en Santiago por cada una de las 9 rutas principales de la geografía española y parte del sur de Europa, hay estudios que hablan de un efecto multiplicador, tanto en el consumo de producto local, como en la creación de empleo y el desarrollo de las zonas rurales. Pero también hay análisis centrados en el impacto ecológico que estas peregrinaciones masivas suponen y su reflejo en la degradación del suelo, en la reserva del agua, o en la gestión de los residuos, abriendo, además, el difícil reto de equilibrar la coexistencia y convivencia de modos de vida y tradiciones, con los flujos de visitantes y peregrinos.
Este ha sido el tema de análisis de la primera sesión del Seminario de Ecología Integral, organizado por la Fundación Pablo VI, el Departamento de Ecología Integral de la Conferencia Episcopal Española y Enlázate por la Justicia. Para ella se ha contado con la participación de Melchor Fernández, catedrático de Economía de la Universidad de Santiago de Compostela; y Lucrezia López, profesora y directora del Centro de Estudios e Investigación de Turismo de dicha universidad. En sus exposiciones, ambos pusieron sobre la mesa algunos de los estudios y análisis sobre el impacto positivo y negativo de este modelo particular de turismo ─el de la peregrinación religiosa─, que, en las últimas décadas, se ve influido por el paradigma dominante del turismo masivo y de experiencias. Y los dos propusieron, también, una serie de claves para evitar estos impactos.
El profesor Melchor Fernández sitúa ya en la Edad Media un potente y creciente desarrollo comercial y cultural en la ruta hacia Santiago de Compostela, una ciudad que no superaba en el siglo XI los 3.000 habitantes y que llegó a recibir en aquellos años hasta los 500 mil peregrinos. En torno a ellos, a sus necesidades y modo de vida, se fueron creando albergues, hospitales y toda una infraestructura comercial que fue también germen de la construcción europea, no solo en su dimensión económica, sino también por su dimensión integradora de pueblos, culturas y nacionalidades. “Esa idea de la acogida cristiana de proteger, promover e integrar es fundamental en el camino, en el que confluyen hasta 180 nacionalidades de todo el mundo”, explicó Melchor. Y eso está, en sí mismo, en la esencia del proyecto europeo.
Sin embargo, en los últimos años, hay quienes hablan de una pérdida de identidad y de valores por la propia saturación (solo en el último Año Compostelano se entregaron 500.000 credenciales del peregrino) y por el cambio de las motivaciones, lo que lleva a reflexionar sobre el fondo y la forma de la sostenibilidad futura de este Camino: su capacidad de generar renta, la gestión de la acogida de ese volumen de personas, el cuidado de la dimensión religiosa y espiritual, y su sostenibilidad ambiental.
Desde el punto de vista económico, los modelos de medición varían. Se mide no solo el impacto directo de un visitante, sino también la capacidad de arrastrar otro tipo de actividades, lo que se consideraría el impacto inducido. El profesor de la universidad compostelana, miembro, además, del Foro Económico de Galicia y del Comité Internacional de expertos del Camino de Santiago, explicó cómo, en el caso de la ruta xacobea, no es fácil ajustar de una forma tan lógica la oferta a la demanda, por el comportamiento particular y variable del peregrino. Pero sí dio una serie de cifras que pueden ayudar a comprender el impacto: que cada peregrino supone el mismo impacto económico que 2,3 turistas nacionales; que la mayor parte de su consumo, destinado a alimentación y bebida, es de producto de proximidad; y que un 80% de ellos volverán como turistas en algún momento de su vida.
Pero también y, sobre todo, es destacable el efecto en la demografía: si los municipios por los que pasa el Camino se hubieran comportado como otros municipios de Galicia, hubiesen perdido en torno al 30 o el 20% más de población. En algunos de ellos, en apenas 10 años, la hostelería ha pasado a ser la primera actividad económica frente al sector primario, que era su principal fuente de riqueza.
El reto de futuro, para el experto, es una mayor adecuación entre oferta y demanda, y la convivencia entre peregrinos y residentes, con una buena gestión de los flujos de peregrinos para evitar la saturación.
Las cifras estimadas del turismo religioso en el mundo se sitúan en 330 millones de personas cada año con sus consiguientes impactos en los ecosistemas que los sostienen
Sobre este asunto abundó también Lucrezia López, profesora de Geografía de la Universidad de Santiago de Compostela y directora de CETUR, cuya principal línea de investigación se refiere a los itinerarios culturales desde enfoques interdisciplinares y al impacto que estos itinerarios generan en el espacio rural y urbano desde un punto de vista ambiental. Un impacto que está condicionado, entre otros muchos factores, por la motivación, por las expectativas, por el tiempo o por la sensibilidad del propio turista o peregrino.
En este sentido, afirma la profesora, existe una gran diferencia entre aquel que camina para vivir una experiencia o el que lo hace como una forma de encontrarse consigo mismo, con el entorno o con otros; además de por motivos espirituales. Cuando la voluntad es entrar en relación con el entorno hay deseos de protegerlo. Por otra parte, más allá de la peregrinación, la forma en la que el peregrino o turista religioso se relacione con el destino influye también en su impacto y sostenibilidad. No es lo mismo vivir la llegada a Santiago como una simple meta, que como un lugar de permanencia donde se buscan actividades de ocio y de consumo. Y eso cada vez está adquiriendo una dimensión mayor a nivel global. Así, las cifras estimadas del turismo religioso en el mundo se sitúan en 330 millones de personas cada año con sus consiguientes impactos en los ecosistemas que los sostienen.
En el caso del Camino de Santiago, puesto que la principal vía de llegada es a pie, los principales impactos no están en la huella de carbono, sino en la explotación del suelo, el consumo de agua y la generación de residuos en aquellas zonas por donde pasa. En este punto, se ha llegado incluso a crear un término nuevo, que es el de basuraleza, para definir ese ecosistema que se ha generado y que entran en conflicto con la ganadería o la agricultura de la zona.
Otro fenómeno incipiente es el del part time pilgrim, el peregrino a tiempo parcial que hace un camino en diferentes etapas y que precisa de un medio de transporte para una parte importante del mismo; el caso de las furgonetas para llevar las mochilas o el equipaje de un sitio a otro; o la proliferación de hoteles y albergues a lo largo de los caminos… Todas estas empresas y nuevos servicios que están proliferando en los últimos años contribuyen a generar una gran huella de carbono y, por lo tanto, a contaminar.
Para equilibrar todo esto se han ido promoviendo una serie de iniciativas de diferente índole. Lucrezia señaló varias: la creación de corredores ecológicos, como el del Camino portugués; los ecoalbergues; y el trabajo de concienciación de determinadas comunidades autónomas con decálogos para peregrinos ambientalmente conscientes, para un buen uso del agua y el respeto a la flora y la fauna, o contra el desperdicio de alimentos.
Y también, en definitiva, la promoción de una serie de acciones para que la búsqueda de lo sagrado no deje tras de sí una huella que amenaza lo natural. El reto es que esos caminos se conviertan también en vías de conciencia ecológica y que cada peregrino entienda que cuidar el entorno forma parte de la propia experiencia espiritual. “Si logramos ese cambio, concluyó la profesora Lucrezia López, el turismo religioso no será una amenaza sino una oportunidad. Una muestra de que la fe y el respeto por la creación pueden caminar juntos”.