Reproducimos a continuación el discurso del presidente de la Fundación Pablo VI, Mons. Ginés García Beltrán, para la clausura del Curso de Doctrina Social de la Iglesia, -organizado conjuntamente por la Comisión Episcopal para la Pastoral Social y Promoción Humana, la Fundación Pablo VI y la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UPSA-, que, en su XXX edición, ha abordado la crisis de la vivienda. Una “emergencia social”, como ha calificado el propio presidente, cuyo abordaje compromete a todos: instituciones públicas, sector privado, a la responsabilidad individual y colectiva y a la propia Iglesia, que tiene en la Doctrina Social de la Iglesia una guía para su análisis y sus posibles soluciones. En el curso, se ha contado con numerosos expertos que han dado un enfoque interdisciplinar: el derecho, la política, la economía, la teología, la ética o la sociología. Se han conocido los datos del nuevo informe FOESSA, que será presentado en el mes de noviembre; así como experiencias de acompañamiento a personas sin hogar y en procesos de desahucio dentro y fuera de la Iglesia. Todo ello ha dado lugar a un amplio material de reflexión, no solo para observar, sino también para pasar a la acción ante una situación que se ha convertido en el gran desafío de nuestro tiempo.
Mons. Ginés García Beltrán clausura el XXX curso de DSI
Una emergencia social
Treinta años de reflexión, formación y compromiso nos hablan de una trayectoria fecunda al servicio del Evangelio en medio de los desafíos de nuestro tiempo. Y este año, el tema que nos ha convocado -la vivienda, el gran desafío de nuestro tiempo- pone el acento en una realidad de dolorosa actualidad, que nos interpela y nos llama a vivir en justicia y solidaridad.
La vivienda como derecho y como vocación comunitaria
La vivienda no es solo un bien económico o un recurso urbano. Es, ante todo, el lugar donde se construye la intimidad familiar, donde germina la vida, donde se educa, se sueña y se sufre. Desde la Doctrina Social de la Iglesia, afirmamos que el acceso a una vivienda digna es un derecho humano fundamental. No puede considerarse un lujo ni un privilegio, sino una exigencia básica de la dignidad de la persona.
Desde el Génesis, donde Dios establece un hogar para Adán y Eva, hasta los textos proféticos que claman por justicia para los pobres, el concepto de hogar está profundamente vinculado a la dignidad, la protección y el sentido de pertenencia. La familia, en este contexto, no solo es una institución social, sino una comunidad de amor y apoyo en la que se transmiten los valores espirituales y se refleja el cuidado divino. La vivienda no se ve meramente como una estructura física, sino como el entorno donde florecen los lazos familiares y se cultiva la fe.
Julio Martínez aborda el derecho a la vivienda en el marco del bien común y los bienes comunes
La Iglesia, en su opción preferencial por los pobres, nos urge a mirar esta realidad desde los márgenes, desde los que viven en infraviviendas, desde las familias expulsadas por la especulación, desde los jóvenes sin acceso al alquiler, desde los ancianos que habitan en soledad, Y, sobre todo, desde aquellos a los que la indiferencia ha convertido en invisibles.
Lectura desde el magisterio de la Iglesia
Durante las sesiones de este curso, habéis escuchado voces expertas que han abordado a el fenómeno de la vivienda desde múltiples perspectivas: económica, sociológica, política, teológica. Pienso ahora en la evolución del mercado inmobiliario, el impacto de las políticas públicas, el crecimiento de la exclusión habitacional, como también quiero hacerlo sobre el modelo de ciudad que estamos construyendo y cómo ésta afecta directamente al bienestar integral de las personas.
Recordemos el Magisterio, desde la Populorum Progressio hasta la encíclica Fratelli Tutti, que nos llaman a desarrollar comunidades abiertas, inclusivas y solidarias.
La mirada desde nuestras parroquias
Pero más allá de los datos y diagnósticos, la Iglesia se nutre de la vida concreta de nuestras comunidades. Y en nuestras parroquias, en barrios humildes y periferias urbanas, somos testigos de cómo el problema de la vivienda se convierte en drama cotidiano. Familias que acuden a nosotros porque han perdido su hogar, o los que vienen de otros lugares y difícilmente los encuentran, o teniendo un trabajo no pueden encontrarla por los precios. El escenario es muy variado.
Desde ahí, la Iglesia actúa, no como experta en urbanismo, sino como madre que acoge y consuela. Nuestros voluntarios, trabajadores sociales, sacerdotes y laicos se convierten en canal de esperanza. Porque el Evangelio siempre tiene algo que decir: tiene rostro, tiene manos, y habita entre los pobres.
Mesa de experiencias de acompañamiento a personas vulnerables
Compromiso eclesial ante este desafío
Hemos clausurado este curso con la convicción de que el problema de la vivienda no puede esperar. No es solo una cuestión técnica: es una urgencia moral. El papa Francisco nos recuerda que “la falta de vivienda a implica la negación de los derechos más elementales. Y, como Iglesia, estamos llamados a denunciar esta injusticia, a promover alternativas y a acompañar a los más vulnerables”
Ante la crisis de la vivienda que afecta a tantas personas, no podemos dejar de plantear la pregunta: ¿qué papel deben tener los cristianos en esta situación? Sin duda, y a ejemplo del Señor, tenemos la responsabilidad ética de actuar. Esto puede implicar desde apoyar iniciativas de vivienda social, hasta abrir espacios de diálogo y servicio comunitario; abogar por políticas justas, tender la mano al sintecho, y ofrecer tiempo y recursos para transformar realidades. La implicación cristiana es una expresión viva del mandamiento de amar al prójimo.
Mons. Ginés García Beltrán,
Presidente de la Fundación Pablo VI y obispo de Getafe