
Lorenzo Silva: “en nuestras sociedades las calamidades quedan vacías de responsabilidades”
El escritor Lorenzo Silva habla en la Gran Pregunta de su nuevo libro, “Las fuerzas contrarias”, una novela de investigación policíaca que nos lleva a los tiempos de la pandemia del COVID-19, cuando los rígidos controles por el confinamiento, pusieron de manifiesto no solo la vulnerabilidad de muchas personas solas sino también cómo en las situaciones más dramáticas emergen también fuerzas contrarias que tratan de sembrar maldad y desestabilizar el sistema. En esta conversación con el autor, hablamos de la responsabilidad, del valor de los servidores públicos, de lectura y de valores.
P.- Eres hijo y nieto de militares, licenciado en Derecho, pero no eres militar, ni abogado en ejercicio, sino que eres uno de los escritores españoles más títulos vendidos, sobre todo con tu saga sobre los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro, que ya van por la decimocuarta obra. ¿Cómo acabaste dedicándote a la literatura?
R.- Lo que te lleva a escribir es leer, tan sencillo como eso. La literatura irrumpió en mi vida a una edad muy temprana. Me enseñaron a leer con 4 años y, desde entonces, me recuerdo leyendo. Tuve la suerte de nacer en una casa donde había libros y también de tener unos padres que me inculcaron el hábito de la lectura. Y a partir de ahí, comencé a construir una mirada alternativa sobre mi realidad, que me ha acompañado siempre. Al principio como un pasatiempo, y, a partir de mi adolescencia, se despertó una vocación de intentar escribir algo que se pareciera remotamente a los libros que a mí me habían confortado como lector. Creo que esa es la razón principal por la que escribo.
P.- Esta saga, "Las fuerzas contrarias", es la decimocuarta obra de la serie sobre los suboficiales Bevilacqua y Chamorro, que han llegado a inspirar tanto que hay quien te ha dicho que que ha ingresado en la Guardia Civil por tus personajes…
R.- Es una de las consecuencias más desconcertantes de escribir estos libros. Cuando uno escribe literatura, sobre todo ficción, a veces tiene la sensación de que no tiene un impacto demasiado importante en la realidad, ya que la lectura sigue siendo un hábito relativamente minoritario. Pero de repente te pasan cosas como esta, que dos personas se acerquen a decirte que tus libros les impulsaron a tomar una decisión tan importante en sus vidas, como entrar en la Guardia Civil. Ese tipo de cosas hacen que uno se dé cuenta de que la literatura, aunque su impacto sea limitado comparado con otros medios, sí tiene un poder significativo.
P.- La novela se sitúa en el contexto de la pandemia del COVID-19, cuando a la muerte en la más absoluta soledad de personas mayores, se unen casos de asesinatos no resueltos en otros puntos de España, para cuya investigación las fuerzas del orden tuvieron que someterse a un pulso permanente con las restricciones, el cumplimiento de la ley y el aislamiento. ¿Por qué ese título?
R.- El título "Las fuerzas contrarias" tiene que ver con un verso de la canción de Franco Battiato, que es una oración dirigida a un ente superior al que se le pide ayuda frente a las fuerzas contrarias que le amenazan. En la novela, esa fuerza contraria no solo es el crimen o la conducta criminal, sino también la pandemia, que fue más letal de lo ordinario. Y, dentro de ese contexto, afloraron otras dificultades que habíamos generado nosotros mismos con nuestras negligencias, indiferencias y olvidos. En la pandemia quedó al descubierto cuán indefensas estaban muchas personas vulnerables. Pero esa indefensión venía de antes porque no estábamos cuidando bien unos de otros.
“Siempre pensamos que el mal es exterior y que lo representa el otro, pero no somos conscientes de que una porción significativa del mal está dentro de nosotros mismos”
P.- Se pone de manifiesto, de alguna manera, ese conflicto que vivimos entre el orden y la libertad…
R.- Yo hago ficción, pero no hago fantasía. Me inspiro mucho en la realidad y estoy muy apegado a experiencias reales de personas de carne y hueso, para luego crear a mis personajes. A través de ellos, fruto de conversaciones con otros Guardias Civiles, se percibía cuál era el conflicto que estaba ahí. Era evidente que había que confinar a la población para evitar las muertes de tantas personas; pero, por otra parte, a la hora de imponer una restricción hay que ser racional para evitar males mayores. También hay un conflicto en la novela entre el bien y el mal. Siempre pensamos que el mal es exterior y que lo representa el otro, pero no somos conscientes de que una porción significativa del mal está dentro de nosotros mismos, como pudieron comprobar los agentes que tuvieron que chocar permanentemente con los vicios del propio sistema.
“Tengo la sensación de que los aprendizajes individuales superan en cantidad y calidad al aprendizaje colectivo”
P.- De alguna manera en la novela se ve cómo en situaciones dramáticas sale lo mejor del ser humano, pero también lo peor, como hemos visto recientemente también con la DANA. Ha aflorado lo mejor con el aluvión de voluntarios, pero también hubo pillería y personas interesadas en aprovecharse del mal ajeno. ¿No hemos aprendido nada?
R.- Me he hecho esta pregunta muchas veces, y tengo la sensación de que los aprendizajes individuales superan en cantidad y calidad al aprendizaje colectivo. Creo que muchas personas individualmente, a raíz de ese proceso -que fue también un proceso de reflexión, porque nos forzó a todos a recogernos en nuestros domicilios- hicieron un examen existencial que ha ayudado, no sé si a mejorar, pero sí a racionalizar su actitud ante la propia existencia. Sin embargo, en términos de rebaño, parece que nos cuesta muchísimo aprender, porque muy poco tiempo después ya estábamos cometiendo exactamente los mismos errores que antes de la pandemia. Y esto no es un fenómeno nuevo en la historia. Ya sucedía en la antigüedad con las pestes, como nos cuentan algunos autores clásicos: durante la adversidad todo el mundo hizo propósitos de virtud; en cuanto cedió el pánico y desapareció el miedo, las sociedades volvieron a cometer los mismos errores.P.- Otro fenómeno es el de tratar siempre buscar un culpable, incluso ante catástrofes naturales inevitables…
R.- El problema es que nuestras sociedades buscan culpar a alguien, pero, curiosamente, las calamidades quedan huérfanas de responsabilidades. Nadie da un paso al frente para asumirlas. Yo creo que hay un déficit de responsabilidad en nuestras sociedades, que a veces resulta paradójico frente a aquellas con falta de libertades, como China. En este país tan poco democrático, se han dado casos de que, ante inundaciones y catástrofes mucho menores, ha habido una asunción permanente de responsabilidad y un propósito de enmienda.
Y, sin embargo, acabamos tratando peor a los servidores públicos que más se sacrifican, a los que más renuncian y a los que están en la trinchera en situaciones como éstas, poniendo, incluso, en riesgo sus vidas y la de sus propias familias para velar por la seguridad, los derechos y las libertades de todos, -como puede ser la Guardia Civil-, que a los servidores públicos que no tienen ese grado de sacrificio y de abnegación. A éstos no les pedimos cuentas de una manera tan ácida como se la pedimos a quien más se faja y está en la trinchera para llevarse los balazos. Y a veces de forma literal.
“Si no se está contando más la historia de ETA es porque a quienes tienen el dinero para producir una película o una serie de televisión no les interesa”
P.- Hablando de balazos… Durante mucho tiempo, el tema de ETA en el cine y en la literatura ha sido un poco tabú. ¿Crees que ha sido por la necesidad de tomar distancia o porque nadie se atrevido a abordar este tema?
R.- Yo empecé a interesarme por ETA hace muchos años, pero necesitaba entender bien la historia, de dónde venía, por qué surgió, cuál era su base ideológica, sociológica, económica…; y por qué después desaparece. El acceso a fuentes y testimonios de personas que estuvieron involucradas, tanto en ETA como en los que la combatieron, fue muy difícil, porque también había un deber de confidencialidad. En el caso del literato, esto es más fácil, porque te bastas con tu pluma y tu investigación. Pero, en el caso del cine, sobre todo, si no se está contando más la historia es porque a quienes tienen el dinero para producir una película o una serie de televisión no les interesa. Ni a las plataformas privadas ni a las televisiones públicas.
P.- Y, ¿crees que se nos ha olvidado pronto ETA?
R.- Se quiere vivir con un recuerdo confortable y hay cosas que no se pueden recordar confortablemente, ni los asesinatos ni esa forma de dejar por parte del Estado a sus ciudadanos indefensos, como ocurrió con los 12 Guardias Civiles que fueron asesinados en una plaza de Madrid porque nadie atendió sus peticiones de ir a trabajar en metro para no ser fichados cada día haciendo el mismo recorrido. Hay historias con las que no se puede estar cómodo. Y si solo vamos a contar las historias con las que estemos cómodos, más vale que no contemos nada.
P.- ¿Cómo valora los niveles de lectura en España?
R.- Creo que, con el grado de desarrollo en el que nos encontramos, estamos en unos niveles muy bajos. El 85% de la población lee menos de un libro al mes, pero es que prácticamente la mitad de la población no lee casi nada. En una población con alfabetización universal y con una buena red bibliotecaria, esos no son buenas cifras; son cifras inferiores a los países con los que nos debemos comparar.
En toda creación artística hay un acto de amor al arte y un acto de amor a los demás, intentando ofrecer un consuelo y esperanza a quien te lee
P.- La literatura, la cultura y el amor por la belleza y palabra exacta son también una fuente de valores. ¿Están cada vez más en desuso?
R.- Creo que no son valores que prevalezcan en determinados ámbitos, como resulta bastante evidente; pero creo también que son valores que para muchas personas continúan siendo una referencia. Creo que cualquier persona que se dedique a una profesión creativa, aparte de la necesidad de expresar, tiene también la necesidad de aportar algo bueno a sus semejantes. En toda creación artística hay un acto de amor al arte y un acto de amor a los demás, intentando ofrecer un consuelo y esperanza a quien te lee, incluso aunque el tema sobre el que se escribe sea aciago y oscuro.