12/05/2025
Presentación del libro “Teología de la movilidad humana de la hospitalidad al derecho a no tener que emigrar”
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La Bioética y la Doctrina Social de la Iglesia en el pensamiento del Papa Francisco
“Estamos llamados a cuidar a los más frágiles de la tierra”: ésta es la idea central de Francisco en materia de moral de la vida y, me atrevo a decir, fue el leitmotiv de todo su pontificado. La encontramos expresada ya en el núm. 209 de Evangelii gaudium, la exhortación apostólica en la que desgranó, pocos meses después de ser elegido Papa, sus sueños para la Iglesia y el mundo. Desarrolla la idea en los números 210 a 216, manifestación clara de una bioética global o bioética integral (seguramente a él le gustaría mucho más la segunda formulación).
Esa bioética integral debe prestar atención a los sintecho, los toxicodependientes, los refugiados, los pueblos indígenas, los ancianos cada vez más solos y abandonados, los migrantes, las diversas formas de trata de personas, las mujeres que sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia, los niños por nacer, la pena de muerte, la maternidad subrogada, las personas con discapacidad, el cambio de sexo, el conjunto de la creación… Asuntos también tratados por la Doctrina Social de la Iglesia (DSI): y es que, rectamente entendidas tanto la una como la otra, la bioética no deja de formar parte de la DSI (recuérdese a este respecto que un moralista de la talla de Bernard Häring incluía la bioética en la moral social).
Hace justo un año el Dicasterio para la Doctrina de la Fe daba a conocer la Declaración Dignitas infinita, la cual, de alguna manera, ponía el broche de oro a esta manera de entender la bioética y la DSI, aun cuando en el texto se indique que “no pretende agotar un tema tan rico y decisivo”. Me parece destacable que también se diga que la Declaración se publica en el contexto del 75 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de Naciones Unidas. “Es en este espíritu, en el que la Iglesia exhorta ardientemente a que el respeto de la dignidad de la persona humana, más allá de toda circunstancia, se sitúe en el centro del compromiso por el bien común y de todo ordenamiento jurídico”, leemos en el núm. 64.
En el desarrollo de esta manera fecunda de entender la bioética y la DSI ocupa un puesto fundamental Laudato si’, la encíclica que Francisco regaló al mundo en vísperas de la cumbre de París sobre cambio climático (diciembre de 2015), mejor acogida -me temo- fuera que dentro de la Iglesia. Justo se cumplen ahora diez años de su publicación. Subrayo dos conceptos clave de este documento: casa común y ecología integral; ambos, en mi opinión, todavía han sido poco desarrollados en el ámbito bioético, de la DSI y de la pastoral ordinaria.
Mucho menos citada, en particular en lo que se refiere a la bioética y a la DSI, es la exhortación apostólica Gaudete et exsultate, un documento del año 2018 que versa sobre la santidad en el mundo actual. Es un desacierto esa no utilización, pues me parece un texto muy rico y oportuno. Así, en el núm. 101 dice el Papa Francisco: “La defensa del inocente que no ha nacido, por ejemplo, debe ser clara, firme y apasionada, porque allí está en juego la dignidad de la vida humana, siempre sagrada, y lo exige el amor a cada persona más allá de su desarrollo. Pero igualmente sagrada es la vida de los pobres que ya han nacido, que se debaten en la miseria, el abandono, la postergación, la trata de personas, la eutanasia encubierta en los enfermos y ancianos privados de atención, las nuevas formas de esclavitud, y en toda forma de descarte”.
Un pensamiento que culmina, de manera absolutamente magistral, en el número siguiente: “Suele escucharse que, frente al relativismo y a los límites del mundo actual, sería un asunto menor la situación de los migrantes, por ejemplo. Algunos católicos afirman que es un tema secundario al lado de los temas «serios» de la bioética. Que diga algo así un político preocupado por sus éxitos se puede comprender; pero no un cristiano, a quien solo le cabe la actitud de ponerse en los zapatos de ese hermano que arriesga su vida para dar un futuro a sus hijos”.
En este breve recorrido considero obligado recordar también las nueve catequesis que, bajo el título general “Curar el mundo”, impartió en las peculiares audiencias generales de los miércoles celebradas entre el 5 de agosto y el 30 de septiembre de 2020. En la primera de ellas, pronunciada desde la Biblioteca del Palacio Apostólico, señala el Papa Francisco: “Un nuevo encuentro con el Evangelio de la fe, de la esperanza y del amor nos invita a asumir un espíritu creativo y renovado. De esta manera, seremos capaces de transformar las raíces de nuestras enfermedades físicas, espirituales y sociales. Podremos sanar en profundidad las estructuras injustas y sus prácticas destructivas que nos separan los unos de los otros, amenazando la familia humana y nuestro planeta”.
Todas estas ideas hay que entenderlas bajo el prisma de que no estamos en una época de cambios, sino en un cambio de época, como insistía el Papa Francisco. Y esto es lo que explica que se interesase desde muy pronto por la gobernanza ética de la inteligencia artificial: fue uno de los primeros líderes mundiales en impulsar de manera decidida la reflexión sobre este asunto, en el que tanto y tan fundamental se juega la humanidad. También aquí nos deja textos memorables, entre los que destaca, sin duda, el publicado el 28 de enero de 2025 por Dicasterio para la Doctrina de la Fe y el Dicasterio para la Cultura y la Educación, Antiqua et nova, en la cual “se exhorta a las Universidades Católicas a hacerse presentes como grandes laboratorios de esperanza en esta encrucijada de la historia” (núm. 83).
El Papa Francisco nos deja, pues, un legado muy positivo y fecundo sobre el que seguir construyendo una bioética y una DSI integrales, sanadoras y motivadoras. Será el mejor homenaje que le podamos hacer.
José Ramón Amor Pan
Director académico de la Fundación Pablo VI