“El derecho a la vivienda en el marco del bien común y de los bienes comunes” fue el tema de la conferencia impartida, en el XXX Curso de Doctrina Social de la Iglesia, por Julio Martínez, Doctor en Teología por la Universidad Pontificia Comillas, y profesor en Teología Moral de dicha universidad. Partiendo de la idea de que el bien común tiene que ver con lo que es de todos (el respeto a la casa común, a los bienes comunes y a la justicia social), su tutela y la responsabilidad sobre ella es “tarea de la comunidad”. Y aquí entra en juego tanto la función del Estado, como la del mercado, aunque con límites y salvedades: “ni el Estado puede ser el papá que intervenga siempre a cambio del clientelismo político, ni el mercado puede campar a sus anchas”. Es decir, que, como apuntó el profesor Martínez, “el bien común es cosa de todos y todos debemos ser capaces de colaborar dentro de las posibilidades de cada uno”.
Julio Martínez: “en España no se dan las condiciones para llegar a acuerdos en ningún tema de bien común por el deterioro enorme de las instituciones”
Sobre el mercado, el profesor de Teología Moral, recordó las 3 lógicas por las que se rige: la política, el contrato y el don (la gratuidad). Esta última “no significa que haya que regalar dones y servicios, sino poner en el centro a la persona”. Y en lo que se refiere a la responsabilidad del Estado, apuntó a uno de los grandes escollos que se dan hoy a la hora de abordar cualquier tema que tenga que ver con el bien común y es “el deterioro enorme de las instituciones del Estado, por una política, dijo, que solo busca perpetuarse en el poder” y que está ocupada en salir airosa de los casos de corrupción. Una situación que, por un lado, aprovechan los extremos populistas; y que, por otro, impide llegar a acuerdos sobre los grandes asuntos. “Denunciar eso, defendió Julio Martínez, no es meterse en política, sino meterse en algo muy fundamental, -que es lo que la Iglesia tiene que hacer-, que es el juicio moral sobre cuestiones políticas. Porque lo que está deteriorado es fundamentalmente el núcleo democrático. Y si el núcleo democrático está deteriorado, no hay manera de ponerse de acuerdo sobre ningún tema”.
En su intervención, el profesor dio una serie de claves para iluminar desde la Doctrina Social de la Iglesia esta concepción del derecho a la vivienda en el marco del bien común y los bienes comunes:
- Los diversos bienes sociales se realizan en esferas de actividad diversas y relativamente autónomas, pero siempre relacionadas: la educación, la salud, la seguridad, la vivienda, el ocio, el uso del poder político… Esta distribución de esos bienes es justa o injusta en relación con su significado social, que no es asignado por la academia, ni por la política, sino por la comunidad o la cultura pública en la que vivimos. Pero estos significados van cambiando a través del tiempo, como ocurre con el bien de la vivienda. Julio Martínez puso como ejemplo la evolución que se ha experimentado en este ámbito con el sentido de la propiedad: en un momento dado, los españoles, en una inmensa mayoría, pensábamos que tener una vivienda en propiedad era la aspiración a la que teníamos que ir, hasta que llegó la crisis y se evolucionó a una cultura del alquiler, cambiando el sentido social de lo que significaba ser propietario. Pero esta nueva crisis del alquiler acaba, de alguna manera, modificando el significado social del bien de la vivienda.
- El magisterio social de la Iglesia ha explicado a lo largo de los años el significado del bien social y del bien común. El Papa Francisco, por ejemplo, explicó Julio, entendió el magisterio social como receptor de los sentires y de los saberes del pueblo y como catalizador de la participación de todos en las decisiones de todos. En esto se alineó con los mejores intentos de Juan XXIII, cuando habla de que los principios generales de la DSI se llevan a la práctica comúnmente en tres fases: (i.) el examen del verdadero estado de la situación; (ii) la valoración de la situación a la luz de los principios; y (iii) la determinación de lo posible y lo obligatorio para aplicar los principios de acuerdo a las circunstancias de tiempo y lugar. Esto significa que “la luz del Evangelio no puede prescindir de la experiencia humana y precisamente cuando la hacemos entrar en contacto con esa experiencia es cuando el Evangelio, como divina revelación, nos ayuda a discernir y ver”.
- El bien común necesita pensar en un sujeto comunitario que valora algún bien como bien social y que se organiza para conseguirlo. ¿Qué significa esto? Que, como dice el papa Francisco, hay que pensar en la vivienda también desde su dimensión comunitaria: el vecindario, el barrio y el sentido de los vínculos y la participación ciudadana; el impacto con el entorno, y la naturaleza de lo que realmente necesitamos para poder vivir. Todo esto forma parte de las dinámicas del bien común.
- La llamada a la participación desde la Doctrina Social de la Iglesia es una exhortación a pasar del mero compromiso a implicarse activamente a favor de la promoción de todos, especialmente los más vulnerables, y aquellos descartados y privados de los derechos humanos básicos. El principio del bien común se convierte así en un llamamiento a la solidaridad y a la opción preferencial por los más pobres, lo que implica pensar en el destino común de los bienes de la Tierra y tener en cuenta, ante todo, la inmensa dignidad del pobre. El papa Francisco, al que Julio Martínez apeló en numerosas ocasiones en su intervención, dio aliento continuo a las experiencias que crecen desde abajo para que se convirtieran en movimientos transformadores, pero sin parar de advertir ante aquellos líderes aprovechados que las utilizaban para hacer populismo. Todo esto, explicó Julio, puede ser inspirador sobre cómo abordar la crisis de la vivienda y pensar en cómo queremos construir nuestros hogares, nuestros barrios y nuestras ciudades, de modo que nadie quede fuera. Y en esto, apuntó, juegan también un papel fundamental las parroquias, como elemento de integración social en el que se garantizan los vínculos y se construyen personas.