La polarización de la sociedad española es cada día más evidente, pero ¿cómo se ha llegado hasta aquí? ¿Cómo de culpables son las informaciones que consumimos? La relación de los medios de comunicación con el poder siempre ha estado condicionada por las líneas editoriales o presiones de uno u otro tipo, pero en las últimas décadas se está viviendo una especial tensión que rompe la cordial relación entre periodistas y políticos y entre los propios periodistas, con señalamientos o acusaciones continuas. Por otro lado, la multiplicidad de la oferta y la entrada en juegos de las redes sociales deja a los medios en situación de inferioridad, lo que complica la calidad y el rigor.
María Rey, periodista con una extensa carrera en medios de comunicación y actualmente presidenta de la Asociación de la Prensa de Madrid, aborda en esta entrevista la responsabilidad de los medios, tanto en la creación de este posible clima de polarización como en su contención.
P.- María, la prensa nunca ha caminado ajena a las pugnas políticas, pero siempre con responsabilidad, con independencia. Es por eso por lo que se denomina “el cuarto poder”. ¿Sigue siendo así?
R.- Yo no creo que tengamos poder. Sí tenemos capacidad de influencia, pero no poder como tal. En algunos momentos ha habido más; sobre todo en aquellos en los que hacía falta un árbitro de la actividad política, cuando se estaba estrenando la democracia y el periodismo participó activamente en el proceso de democratización y modernización de la sociedad española. Ahora hemos derivado hacia otro modelo de consumo de información por parte de la propia audiencia y a otro modelo de medios, que se han diversificado. Hay mezclados, entre ellos, algunos que no son estrictamente periodísticos, que son una especie de lobbies ideológicos que buscan generar debates y controversia. Creo que ahora mismo hay demasiada vinculación entre ideologías políticas y perfiles de analistas. Y eso no es bueno. Está minando nuestra credibilidad porque nos metemos en batallas entre nosotros y alimentamos el conflicto confundiendo confrontación política con confrontación profesional.
P.- ¿Eso significa que claramente hay una crisis de los medios de comunicación?
R.- Sí, desde hace mucho tiempo. Empezó con la crisis económica que coincidió con la digitalización y un cambio de modelo en el que, de repente, el medio tradicional soportado en publicidad, con un ingreso asegurado y unas estructuras sólidas con periodistas de largo recorrido, ya no se podían sostener. La crisis recortó la publicidad. Y después llegaron las redes, la tecnología. Se puso en cuestión el modelo habitual de prensa, sobre todo, pero también de radio y de televisión. El encaje está costando porque es verdad que no ha desaparecido nada, pero que es muy difícil la supervivencia de lo que entendíamos antes como un periódico tradicional. Por el camino se devaluó mucho el trabajo de los periodistas: ganamos mucha precariedad, perdimos calidad. Creo que llevamos en una crisis constante de más de 10 años.
Creo que ahora mismo hay demasiada vinculación entre ideologías políticas y perfiles periodísticos. Y eso está minando nuestra credibilidad
P.- ¿Crees que es una crisis que tiende a la desaparición o una crisis que tiende a un cambio que llegará en algún momento?
R.- Creo que estamos imbuidos en un proceso de transformación. El periodismo está en crisis, pero su existencia está más justificada que nunca. O sea, en la era de la desinformación, de los bulos, de la confusión y el intrusismo es el momento en el que solo puedes dar una respuesta al desconcierto de la gente con las reglas tradicionales del periodismo. Desde la honestidad, desde el rigor, desde la investigación. No tenemos que hacer más que lo que hicimos siempre: ir, preguntar, documentar, contextualizar y contar. Es lo mismo de siempre, pero olvidándonos de todos esos otros elementos añadidos de generar ruido, de provocar crisis institucionales. No hace falta. Ahí no tendríamos que entrar.
P. Lo que pasa que eso no sé si se está haciendo y lo que sí que claramente está ocurriendo es que hay una pérdida de confianza de los ciudadanos hacia los medios de comunicación.
R.- Un sistema democrático sin medios de comunicación es un sistema democrático muy deficiente. En la medida en que los ciudadanos sienten esa pérdida de confianza en los medios de comunicación, tenemos un grave problema. Esa falta de credibilidad empieza por nosotros mismos, que es lo que más me preocupa. En la última encuesta interna que hicimos en la Asociación de la Prensa de Madrid sobre la profesión, el resultado fue que tenemos peor imagen de nosotros mismos que la que los ciudadanos tienen. Nos ponemos peor nota. Necesitamos ser autocríticos y mejorar la autoestima. Creo que somos necesarios y se están haciendo extraordinarios trabajos periodísticos de todo tipo: corresponsales de guerra, trabajos de investigación en escándalos que están ocupando portadas, entre muchos otros.
Mina nuestra credibilidad que los periodistas alimentemos el conflicto confundiendo confrontación política con confrontación profesional
P.- ¿Están colaborando los medios de comunicación a la polarización política cuando se hacen eco solo del enfrentamiento?
R.- El foco siempre se ha puesto en la polémica, en el enfrentamiento, en la confrontación y en la diferencia de criterio. Yo he hecho crónicas de televisión en el Parlamento desde finales de los años 90 y siempre buscabas contar el momento en el que había choque de opiniones. La diferencia es que ha cambiado el lenguaje. Ahora el lenguaje político se ha adaptado a las nuevas tecnologías y a la inmediatez de las redes sociales y de aquella argumentación hemos pasado a la concisión del tweet o a los exabruptos, porque todos han entrado en el juego de buscar el impacto inmediato. Al político ya no le compensa dar un argumento, lo que le compensa es decir una frase, ni siquiera ingeniosa, pero que sea llamativa. Y el periodista tiene que conseguir un efecto de esa noticia y que, quien la abra, esté en ella una serie de segundos. Y si no ocurre eso, al día siguiente no firmas o alguien titula por ti.
P.- ¿Puede un medio de comunicación salir de ese círculo?
R.- Sí, con un proceso lento de deshacer los excesos, producto de la reflexión, de la profesionalidad, de la experiencia y escuchando a la gente que lleva más años en el oficio y que tiene otra perspectiva basada en contar las cosas desde la serenidad y no desde la vorágine que te provoca la inmediatez. Pero esta obsesión de que hay que contarlo el primero hace que muchas veces no se contraste, no se compruebe y se cuente mal. Y el daño ya está. Vamos a corregir en lo que podamos, pero ya los nuevos consumidores de información van a golpe de click. No podemos pensar en contar las cosas como antes. Debemos tener otros lenguajes y estamos en el ajuste.
El lenguaje político se ha adaptado a las nuevas tecnologías y de la argumentación se ha pasado a buscar el impacto inmediato
P.- Últimamente se han multiplicado los casos de señalamientos de políticos a periodistas y de periodistas a periodistas, ¿cómo responde la Asociación de la Prensa ante eso?
R.- Si un periodista es señalado o cuestionado por su trabajo y se amenaza su libertad de información por parte de un político, la APM tiene algo que decir, puesto que tiene que defender al periodista frente a los poderes políticos y económicos. Pero un periodista contra otro periodista lo único que puede hacer es mediar porque es tan representante de uno como de otro. Yo ahí me desespero, y siempre digo que periodista no come periodista. No quiere decir que no nos critiquemos de forma constructiva, pero no nos destruyamos. Y ahora lo que ocurre es que, porque un señor defiende lo contrario a lo que tú votas se le acaba descalificando, aunque tenga hasta 35 años de trayectoria profesional. Y por ahí estamos completamente equivocados. Detrás de todo esto lo que hay, principalmente, es un problema de ego, pero nosotros no somos tan importantes. Lo importante es lo que hacemos, la información que damos, cómo lo contamos y cómo lo hacemos llegar. Que nosotros aparezcamos con firma y con cara no es lo importante. Lo que ocurre es que las redes sociales han abierto una batalla de egos en la que los periodistas, -da igual de qué medio sean-, buscan el retuit y que la gente diga ‘es que es buenísima profesional’. Nos hemos vuelto locos y estamos actuando como auténticos adolescentes.
P.- ¿No crees que esas batallas son también causa de la fragmentación que se produce en el debate democrático?
R.- No creo que seamos los desencadenantes de la fragmentación. Pero nos hacemos eco de ella, con lo cual la amplificamos y le damos mayor impacto. Y eso poco a poco consigue debilitar la credibilidad en las instituciones fundamentales, como son la Justicia, la Corona, el Gobierno o la oposición. Y, a la larga, este discurso que dice que todo el sistema es una porquería lo que provoca es que acabe viniendo alguien que se autoproclame ‘salvador’ entre comillas, hablando en un lenguaje que entienda gente que no tiene ningún interés en el bien común y que al final los que realmente tenían un sentido de la responsabilidad tiren la toalla y no vayan a votar.
P.- Los jóvenes apenas consumen los medios de comunicación y el periodismo en la manera en la que nosotros lo hacíamos ¿Cómo llega la información y el buen periodismo a los jóvenes?
R.- Los jóvenes tienen otro formato de consumo de información y otro ritmo, y es muy difícil hablar en su lenguaje porque si lo haces dejas de hablar para el resto. La única manera de llegar a ellos es integrándolos. En mi caso, en los últimos años de quien más aprendí en la redacción siempre era de los que acababan de llegar, de su forma de contar y explicar; de la manera de captar la importancia de una imagen, de un sonido o de un gesto. Y, en este sentido, ya estamos cambiando mucho el lenguaje en la televisión. Pero lo que no podemos es ser un Tik Tok televisado, porque cada uno tiene su sitio.
Me da mucha pena que no se hable del buen trabajo de los profesionales de TVE y solo del ruido que se genera en torno al ente
P.- Broncano ha llegado a RTVE, en este sentido, casi como un salvador para atraer a un público joven, ¿cómo lo ves tú?
R.- Creo que lo que es una pena es la batalla que siempre se da en los medios públicos. Broncano es un señor ingeniosísimo, con una mente ágil que sabrá hacer la evolución hacia donde se necesita, pero la solución de RTVE no es Broncano, sino tener un sistema de financiación que le asegure que puede competir. Me dan mucha pena mis compañeros de Televisión Española, porque siempre están en el ojo del huracán y no se habla de su trabajo, sino del ruido que se genera en torno al ente. Y en TVE hay gente muy buena que lleva toda la vida ahí convencida de que hay que defender y apostar por la televisión pública. Y además es así. La televisión pública es la que va la primera a la guerra de Chechenia y la que se mantiene allí cuando ya todos se han ido. Y así agita las conciencias de las televisiones comerciales. En cualquier caso, en las televisiones públicas tenemos que hacer una función que no se mueve por fines comerciales, sino que hemos de atender las necesidades de la gente, aunque esto no sea rentable.
P.- ¿La tiranía del click, ha sido la causante del detrimento de la calidad y la excelencia? ¿Es la precariedad de los periodistas?
R.- Las redes han marcado un ritmo y los medios tienen un estrés constante para convertir cualquier cosa en última hora, por lo que se ha perdido rigor, comprobación y calidad. Pero también influyen las condiciones del periodista. Cuando había menos medios y menos periodistas, estaban mejor pagados. Ahora todos los periodistas que me rodean ganan bastante menos que hace 10 años y, en general, hemos perdido condiciones laborales. Y eso, por supuesto, repercute en el trabajo. Porque si tú tienes periodistas mal pagados y haciendo más cosas de las que hacían antes -cubrir una noticia, hacer la crónica, poner 3 tuits, grabar un vídeo, mandar un audio, etc.-, entonces, en algún momento, harás las cosas precipitadamente y mal. Se han abaratado los costes, los ingresos han caído y ahora se está pretendiendo hacer periodismo a precio de saldo y se hacen churros, pero no crónicas.
Se está pretendiendo hacer periodismo a precio de saldo y se hacen churros, pero no crónicas
P.- Con este panorama, ¿cómo convences a un futuro periodista de que vale la pena seguir apostando por esta profesión?
R.- Porque sigue siendo un privilegio ser espectador en primera línea de las cosas que pasan en el mundo. Yo volvería a empezar y pagaría por volver a cubrir determinadas cosas y vivir acontecimientos históricos en primera línea. Si eres una persona con vocación, curiosa, observadora y te dejan estar, preguntar y contar es un aprendizaje constante. Esta es una profesión en la que cada mañana tienes que volver a estudiar porque el día de ayer ya no vale, y eso supone un gran crecimiento personal interno y un privilegio puesto que te permite conocer gente extraordinaria y vivir en primera persona acontecimientos.
El periodismo, además, ahora es más imprescindible que nunca. Sigue haciendo falta periodistas con una vocación, compromiso y honestidad con la persona que te está escuchando, con la que te está viendo y a la que se lo estás contando.