Mabel Sánchez Torres es periodista, profesora en la Facultad de Comunicación de la Universidad de la Habana y profesional en un medio independiente en Cuba. Todo esto demuestra una extraordinaria valentía en un país donde el acceso a las fuentes está restringido, donde la verdad de lo que ocurre la impone el Régimen y donde el derecho a informar con libertad conlleva detenciones, interrogatorios o incluso citaciones judiciales a familiares. Siendo consciente de la enorme responsabilidad que supone formar a los futuros periodistas del país, Mabel se esfuerza en transmitirles un amor y un respeto a los valores, la coherencia y la honestidad profesional estén donde estén. Mabel ha sido un de las participantes de la V edición del Programa de Liderazgo Iberoamericano de la Fundación Pablo VI.
P- ¿Cómo se ejerce el derecho a contar en libertad con dificultades para acceder a la fuente y con la presión de no poder contar lo que te gustaría?
R.- El periodismo independiente en Cuba tiene poco tiempo de consolidación. Ha sido principalmente en la segunda década del presente siglo cuando ha empezado a surgir una corriente muy alternativa pero también muy Latinoamericana asociada a espacios digitales, que son mucho más accesibles. Esto ha sido muy positivo para que la ciudadanía tenga acceso a otras historias, a otro tipo de información sobre la realidad cubana.
Sin embargo, hacer este tipo de periodismo entraña muchos retos y muchas dificultades. La principal pasa por las múltiples limitaciones legales, sabes que te mueves en un terreno muy complejo en el que recibes muchas presiones. Hay muchos colegas que están exiliados ahora mismo, hay otros que están haciendo periodismo independiente desde Cuba, pero no tienen posibilidad de salir al exterior o reciben citaciones constantemente de la seguridad del Estado; hay citaciones incluso a veces a familiares, expulsiones de centros laborales, etc. Por otro lado, a la hora de enfrentarte al ejercicio periodístico en sí mismo no tienes acceso a casi ninguna institución, te cierran las puertas, no puedes hablar con funcionarios… y eso merma mucho el trabajo de un periodista. En ese sentido, hemos tenido que especializarnos en el trabajo con fuentes abiertas y ser, a la vez, expertos en minería de datos para encontrar información en internet confiable y verificable. Además, ha sido necesario perfeccionar también las competencias en periodismo digital y multimedia, explorar otras narrativas más contemporáneas, más creativas y que conecten mejor con la audiencia. Esto es, en gran parte también, el reto del periodismo del siglo XXI.
“Hay muchos colegas que están exiliados ahora mismo, hay otros que están haciendo periodismo independiente desde Cuba, pero no tienen posibilidad de salir al exterior o reciben citaciones constantemente de la seguridad del Estado”
P.- En un país donde tanto la libertad de información como el acceso a ella están limitados ¿qué enseñas a los estudiantes? ¿Cómo conjugas esa dualidad de hacer periodismo independiente y formar a periodistas que tendrán que trabajar en un contexto como este?
R- Yo creo que desde un ejercicio de honestidad con los principios de la profesión. Inicialmente, la esencia de la asignatura que impartimos en el primer año son los géneros periodísticos, pero en general se habla solamente de los medios oficiales o los medios del Estado. Por mi parte intento que ellos vean que el ecosistema mediático cubano es mucho más que eso y que existen esos medios alternativos, independientes, no oficiales o como les queramos llamar. Creo que los estudiantes entienden que yo, pese a que soy una profe joven, he intento transmitir eso. Y también les digo que el día de mañana, cuando vayan a hacer periodismo sea donde sea, lo hagan con honestidad profesional y no como ha ocurrido en muchas ocasiones, que después de estar años en un lugar se reniega totalmente de todo lo que se dijo. Es válido cambiar de opinión, pero es muy triste cuando reconocemos que durante mucho tiempo estábamos mintiendo o no estábamos de acuerdo con aquello que decíamos. Porque sí, hay presiones, pero si no estás de acuerdo con algo bajo ningún concepto puedes poner tu firma ahí. Allá donde sea, tiene que haber coherencia entre tus principios y lo que publicas.
Mi deseo es que ojalá mis alumnos, cuando se gradúen, quieran hacer periodismo como un servicio público sea cual sea en el escenario que escojan, porque tenemos muchos estudiantes que cuando salen de la universidad, como saben lo que les espera tanto desde los medios oficiales como desde el periodismo independiente.
Visita al ABC con los jóvenes de la V edición del programa de Liderazgo Iberoamericano
P.- Una de las visitas del Programa de Liderazgo en España se ha producido a un medio de comunicación. Uno de los grandes retos es el de la extinción del papel, pero también la sangría de lectores y la pérdida de confianza o de interés en los medios de comunicación tradicionales frente a otras plataformas. ¿Cómo ves el periodismo en España? ¿Crees que se valora más la prensa cuando no se tiene?
R.- Creo que es clave el acceso transparente a la información y tener medios de calidad. En la medida que haya competitividad y responsabilidad profesional, medios con buena dirección y conectados con lo que la ciudadanía necesita, sí pueden influir positivamente en que ésta se empodere, se organice y sepa quizás exigir mayor rendición de cuentas al poder. Aquí en España hay cabeceras fundamentales para nosotros que nos sirven como referente. En ellas hay muchos autores, algunos de ellos latinoamericanos, como Vargas Llosa o Caparrós, que publican en El País, cuyos textos me sirven de ejemplo para mis estudiantes en el aula. Para mí, el periodismo español es un referente importante y un modelo de pluralidad que necesitamos mucho en Cuba.
P.- En un artículo publicado por ti en La joven Cuba te preguntabas, “¿Cuándo dejé de creer?”. Tras 70 años de sucesión de dictaduras ininterrumpidas, ¿se puede seguir creyendo? ¿Ha perdido Cuba a esperanza?
R.- Recuerdo perfectamente ese texto que escribí en un momento de mucha desmotivación personal. Acabábamos de atravesar por el huracán Ian, que dejó unas secuelas muy graves en la isla por la falta de preparación, por negligencia y muchas otras circunstancias. Ese texto refleja no solo mi sentir en ese momento, sino también el sentir de una juventud que ha perdido la esperanza por toda la crisis económica que estamos sufriendo. De hecho, en poco menos de 2 años hemos tenido un éxodo de más de 300.000 personas, aunque es probable que haya muchas más.
Toda esta situación lleva generando desde hace tiempo una pérdida de credibilidad hacia el gobierno y una ruptura en torno a esa especie de consenso social o pacto no escrito que hay en Cuba y que puede traducirse de una manera muy simple: aunque no vas a tener prosperidad económica, vas a tener seguridad, acceso gratuito a la salud, a la educación, etc… Ahora la profunda crisis económica que nos está golpeando brutalmente está impactando también de forma negativa en la seguridad ciudadana con un índice de feminicidios, por ejemplo, realmente preocupantes…
Por eso, aunque quiero pensar en que el futuro va a ser mejor, no veo una alternativa muy clara ahora mismo. Quiero ser optimista, pero la realidad no me deja serlo a corto plazo.
“Pediría a todos los cubanos que, desde el lugar en el que estén en el mundo, sea dentro o fuera, sigan pensando a Cuba y soñando con un país mejor”
P.- Has enumerado algunos de los principales problemas que hay en Cuba en este momento. ¿Cómo se explica que el pueblo no salga a la calle a protestar, como estamos viendo en muchas partes del mundo? Y, por otra parte, ¿cómo convences a los jóvenes cubanos de que no se marchen?
R.- Una de las primeras cosas que ocurrió con el triunfo de la revolución fue deslegitimar y anular el derecho a la huelga. Aunque supuestamente la Constitución de 2019 da garantías para la protesta pacífica, esto, en efecto, no se cumple. Por ahí tenemos un primer factor. Por otro lado, han sido décadas de adoctrinamiento, sobre todo de una generación que era muy joven cuando triunfa la revolución el 59 y que creyó un poco en ese sueño y en la utopía de una mejor sociedad. No voy a decir que todo en el proceso fue malo, porque, por ejemplo, una de las primeras medidas que se implantó en Cuba fue la alfabetización convirtiéndonos en el primer territorio libre en alfabetismo en América Latina; durante muchos años el sistema de salud también funcionó de manera adecuada, aunque los recursos y la tecnología no fueran los ideales. Sin embargo, con el tiempo todo eso se ha deteriorado mucho. Pedirles a los jóvenes que se queden en Cuba es muy complicado ahora mismo, porque en una sociedad donde el trabajo no es la fuente principal por la que tú puedes ver tus sueños realizados o tus necesidades materiales cubiertas, es difícil decirle a la gente que se quede y que pase hambre, que no pueda disponer de lo más básico, que no pueda adquirir una vivienda que no sea otra que le queda a la muerte de los padres, etc.
Lo que sí les pediría es que desde el lugar en el que estén en el mundo, sea dentro o fuera, sigan pensando a Cuba y soñando con un país mejor, y que puedan seguir trabajando por ella, aunque no estén necesariamente vinculados a la política.
P.- Hay quien considera que se juzga la realidad cubana sin conocerla de verdad…
R.- Yo creo que, en general, y no solo en el caso cubano, desde fuera en ocasiones se tiende a tener una imagen muy prejuiciada de lo que sucede en el interior de un país. Estamos hablando de fenómenos históricos y sociales realmente complejos, y para entenderlos hay que conocer y dialogar quizás incluso con cubanos de diferentes posturas políticas. No manejo estudios para saber cómo se mueve la opinión pública española en torno a Cuba, pero lo que sí creo es que, de manera general, parecen existir como dos visiones contrapuestas sobre nuestro país. Está la visión romántica de aquellos que la idealizan como si fuera el paraíso en la tierra, como el lugar donde triunfó la revolución y el socialismo, etc.; y, por otro lado, hay una visión de una dictadura donde no se cumplen los derechos humanos, donde la gente hace colas de cientos de horas para poder comer, etc. Yo creo que Cuba es un poco de ambas, es decir, hay muchos elementos de un lado y de otro: creo que no está bien eso de romantizar Cuba, porque estamos muy lejos de ser una sociedad próspera, que funcione y donde la gente sea feliz. Y, por otro lado, aunque ahora mismo me cuesta mucho decirte cosas de las que me siento orgullosa en mi país, estoy segura de que también las hay.
Mabel Sánchez Torres en la entrega de diplomas del V Programa de Liderazgo Iberoamericano
P.- Una de las cosas que habéis destacado en general en el balance del programa de liderazgo iberoamericano, ha sido la importancia de la solidez institucional para lograr democracias estables. ¿Qué es lo que destacarías tú y qué es lo que crees que te puede ayudar en un entorno dentro y fuera de Cuba?
R.- Ha sido muy valioso para mí el intercambio que hemos tenido con los académicos que provienen de Ciencias Sociales y que nos han hablado de temáticas como democracia, gobernanza, derechos humanos, etc. Ha sido muy enriquecedor para mi formación porque es una visión no necesariamente contrapuesta a la que yo tengo, pero que sí amplía o matiza otras cosas. De manera general, me quedo con todo el conocimiento en torno a lo que es gobernanza, a la articulación de la sociedad civil, porque creo que es sobre todo este segundo elemento lo que está necesitando Cuba: una ciudadanía que se organice, que se empodere y que despierte de una vez por todas de este letargo en el que parecemos haber estado durante tanto tiempo para construir una sociedad diferente donde quepamos todos, donde sea válido disentir, pero también donde logremos determinados consensos. Eso es lo que más necesita Cuba en este momento: una reconciliación nacional, unirnos respetando las diferencias, porque si seguimos así enfrentados en ideas tan enfrentadas e irreconciliables va a seguir perdiendo la ciudadanía.
Sandra Várez
Directora de Comunicación de la Fundación Pablo VI